En días pasados tuve la oportunidad de ver en el canal
de NATGEO, el programa titulado “La Ciencia del Género”, y fue para mí
sumamente interesante conocer acerca de este tema, referido como “la
intersexualidad” algo no poco común,
pero que simplemente no se habla mucho de ella.
Se cree que uno de dos mil niños nace con genitales
tan ambiguos que los médicos no pueden responder con facilidad la pregunta de
si es una niña o un varón.
Para
entender un poco más, "la intersexualidad" ó “Trastornos del
Desarrollo Sexual”, es un término general utilizado para una variedad de
condiciones en las que una persona nace con una anatomía sexual o reproductiva
que no parece caber dentro de las definiciones típicas de hombre o mujer. Por
ejemplo, una persona puede nacer y tener apariencia de mujer en el exterior,
pero tener una anatomía típica masculina en el interior, o viceversa. O una
persona puede nacer con genitales que parecen estar entre los tipos habituales
de hombres y mujeres.
Aunque
hablamos de la intersexualidad como una condición innata, anatomía de la
intersexualidad no siempre aparece al nacer. A veces una persona no cae en
cuenta de tener una anatomía intersexual hasta que él o ella llegan a la edad
de la pubertad, o se encuentra a sí mismo como un adulto estéril. Algunas
personas viven y mueren con la anatomía de la intersexualidad sin que nadie
(incluidos ellos mismos) llegara a enterarse.
Frente
a esta realidad, llegaron a mi mente muchas preguntas. Cuantas personas que
conozco poseen esta condición? Cuán dura es la lucha de estas personas en una
sociedad que se mueve entre dos géneros, varón y hembra? Hay alguna respuesta
de Dios para estas personas?
Mientras
me formulaba estas preguntas y sentía compasión en mi corazón, recordé el
pasaje de Mateo 19:12, en el cual Jesús, en una discusión con los fariseos
acerca del matrimonio y del divorcio, dijo: “…Pues
hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que
son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron
eunucos por causa del reino de los cielos..” y termina diciendo: “…El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.”
Aun
cuando el concepto que tenemos de “eunuco”, corresponde a hombres a quienes se
les han privado de sus genitales externos, de manera parcial o total, llama la
atención la indicación expresa de que algunos nacieron así del vientre de su
madre.
La
realidad es que vivimos en un mundo quebrantado por el pecado, y les ha tocado
a personas inocentes nacer con condiciones anormales o diversas deformaciones y
enfermedades genéticas. Estas personas, “sin culpa” de su condición, nos hacen
recordar que este mundo no es perfecto, sino por el contrario terriblemente
distorsionado.
No
obstante, volviendo a nuestro tema central, la condición “Intersexual” se
agrava desde el punto de vista social, cuando en nuestras culturas del mundo
aplican aspectos físicos a nuestra identidad. Es decir, que la condición física
define quién eres. Esto es también una distorsión.
A
estas personas les toca una doble lucha, no sólo por su realidad física, sino
también con el aspecto emocional y psicológico dependiendo de cómo el entorno
los percibe y cómo define su identidad.
Lamentablemente,
la ciencia médica en vez de servir efectivamente, ha errado, incursionando en
traumáticas cirugías improcedentes e ineficaces tratamientos hormonales, agravando
profundamente la condición original.
La
buena noticia viene de parte de Dios, cuando nos anuncia que donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia. Parte de la verdad bíblica es que nuestra
identidad verdadera (a lo menos como Dios lo percibe), no tiene nada que ver
con la parte física de nosotros (incluyendo nuestra sexualidad).
Para
estas personas (los que han nacido con una condición “intersexual”), Dios tiene
palabras de afirmación e identidad como seres amados que existen para ser Su
imagen.
Dios
quiere que todos los seres humanos rechacen todo camino de oscuridad y
perversión y puedan vivir para Su gloria, respondiendo a su llamado de
santidad, de vivir para Él.
“ …Y no permitan que los eunucos digan:“Soy un árbol seco,
sin hijos y sin futuro”.
“ …Y no permitan que los eunucos digan:“Soy un árbol seco,
sin hijos y sin futuro”.
Pues esto dice el Señor: Bendeciré a los eunucos que guardan como santos mis
días de descanso, deciden hacer lo que a mí me agrada y me entregan su vida.
Les daré —dentro de las paredes de mi casa— un recordatorio y un nombre, mucho
más grande del que hijos o hijas pudieran darles. Pues el nombre que les doy es
eterno,
¡nunca desaparecerá! Isaías 56:3b-5 (NTV)
Todos sin exclusión necesitamos tener una verdadera identidad como ser humano en la imagen de Dios, aparte de lo que somos físicamente. Parte del secreto es ver lo que sí tenemos y podemos hacer, en lugar de lo que no tenemos o nuestras limitaciones.
Creo
que necesitamos también entender y percibir lo que Jesús enseñó a sus
discípulos. Le trajeron a Jesús un hombre “nacido ciego” y los discípulos
levantaron un teología que lamentablemente es demasiado común hoy en nuestros
días: “…Rabí, ¿quién pecó, éste o
sus padres, para que haya nacido ciego?...” La respuesta
de Jesús es reveladora (si no confrontacional). “…No es que
pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en
él.”
Creo
firmemente que tenemos que rescatar esta teología, y aplicable para aquellos
que nacen con “confusión sexual”.
Nuestra verdadera identidad en Dios comienza al aceptar su invitación de entrar
en nuestra vida, “He aquí, yo estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y
él conmigo.” Ap.3:2
y también “Más a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” Juan
1:12
Por:
Nelson Peraza y Ken Jolley
Fuentes: