miércoles, 6 de noviembre de 2013


CUAL ES NUESTRO PROBLEMA VENEZUELA?

Desde otra perspectiva

Por Nelson Peraza Marín




Cursaba el año 589 a.C., en el décimo mes de tevet (diciembre o enero de nuestro calendario), en el décimo día, los alrededores de la ciudad santa de Jerusalén, fueron oscurecidos por una multitud de espadas sedientas de sangre. Las poderosas tropas de Nabucodonosor, rey del Imperio Babilónico, cubrió la faz de la tierra. Los campamentos y torres de guerra del enemigo rodearon la ciudad, quedando completamente sitiada, y dejando a sus habitantes con sus corazones desfalleciendo en el horror de la muerte, y sin posibilidades de aprovisionarse ni de agua ni alimentos. Treinta meses más tarde, en el noveno día del mes de tamuz (junio-julio aproximadamente), en las peores condiciones de debilidad causada por el hambre y la angustia, las tropas del invasor, franquearon las frágiles murallas de la ciudad, tomándola y destruyendo sus muros, quemando sus portones, y arrasando con lo que una vez fue, y debió ser lo más preciado del pueblo judío, el santuario de Dios, el “Templo de Jehová”, sufriendo el pueblo la desolación de su nación y la deportación de sus habitantes a las lejanas tierras de Mesopotamia, en donde permanecieron por espacio de setenta años.

Cabe preguntar, qué fue lo que esta nación hizo para merecer tal castigo? No es acaso el pueblo de Israel, la nación Judía, el pueblo escogido por Dios? Que pasó con el pacto de bendición celebrado con los antiguos patriarcas? Qué fue de aquella buena tierra de donde fluía leche y miel? A qué se debió la manifestación de la ira del Señor en forma semejante?

Todas y cada una de estas preguntas tienen respuestas contundentes en los libros de los profetas bíblicos, Isaías, Jeremías, Oseas, Miqueas, etc, quienes no solamente anunciaron hechos futuros, sino que denunciaron progresiva e insistentemente a través de los tiempos previos al castigo, la perversión y la maldad de este pueblo y su obstinada rebeldía, a quienes Dios había escogido para mostrar a las demás naciones que sí es posible andar en rectitud, y que también sabe premiar con una vida de verdadera paz y prosperidad, lo cual tiene su origen en una estrecha y honesta relación con el Creador del universo. Lamentablemente, esta nación no comprendió la grandeza de su llamado ni las dimensiones de su pacto, por tal razón, recibió también el anunciado juicio del cielo.

Venezuela, tierra de gracia! Qué país como el nuestro, con el mejor de los climas, inigualable ubicación geográfica, extensas y fértiles llanuras, montañas de hierro, oro y diamantes, entrañas llenas de petróleo y riquezas, montes y valles repletos de frutos y agua en abundancia, bellas costas y ríos de excelente pesca! Qué país como el nuestro, no hay otro igual! Y sin exagerar, es como aquella “Tierra Santa prometida.”

Entonces, cuál es nuestro problema Venezuela? Será acaso de orden político?, o económico? o social? Posiblemente mucho de todo eso, pero nos hemos equivocado en el diagnóstico principal, adjudicando el origen de nuestros actuales problemas al gobernante que salió y al de turno, a la política, o a los errores en el manejo de las finanzas públicas. No obstante, aun cuando lo anteriormente señalado es en parte cierto, la verdad es que le hemos dado las espaldas a Dios y a sus valores éticos y morales, sin los cuales ninguna nación puede, ni podrá prosperar nunca, y sobrados ejemplos hay de civilizaciones que desaparecieron, y de poderosos imperios paganos que no pudieron subsistir.

La verdad es que nuestra nación está en una profunda crisis, pero en el lenguaje de la Biblia es equivalente decir que estamos bajo el juicio de Dios.

Ahora bien, de qué estamos hablando. En primer lugar, hemos errado en lo que debería ser nuestra relación más importante, es decir con Dios mismo, acerca de quién tenemos una vergonzosa y errada idea intelectual o religiosa, ya que quién dice conocer a Dios escucha su palabra para obedecerla, y se acerca a Él para entender su voluntad y responder en consecuencia. Por el contrario, hemos sustituido al Dios verdadero por ídolos de diversa clase, vale decir: adoración a ídolos mudos, santería, brujería, satanismo, incluso la elevación del recientemente líder fallecido a la dimensión de comandante supremo, y pare usted de contar.

El otro nivel tiene que ver con nuestro prójimo. Si no existe una buena relación en lo vertical, difícilmente podrán funcionar bien las relaciones horizontales. En el ejemplo de Israel, una nación llamada a hacer justicia y a caminar en rectitud, se había declinado por la estafa, el fraude, la codicia, el robo, la extorsión, la violencia, la mentira, la falsedad, el soborno y la corrupción de los gobernantes, de los poderosos y de los líderes religiosos, y la falta de moral del pueblo en general. En pocas palabras se habían hecho expertos en la maldad.

Con esta clase de siembra, esta nación cosechó ruina, destrucción, hambre y escasez, sin ninguna posibilidad de prosperar a pesar de los esfuerzos humanos, obteniendo el desprecio y el oprobio de los demás.

Siendo verdaderamente honestos, podemos vernos ante este espejo, saquemos nuestras propias conclusiones. No digamos, nosotros los venezolanos, que estamos en una grave crisis, es más preciso decir que estamos sufriendo el juicio que Dios reserva a las naciones que le dan la espalda, y que caminan por sendas de impiedad.

Probablemente no nos invadirá una nación extranjera, ni tendremos guerra, pero la exacerbada inseguridad que experimentamos todos los días nos agobia y nos quita la paz. Las muertes violentas de cada semana parecen más bien partes de guerra.

Tampoco seremos deportados a lejanas tierras, pero la verdad es que en ninguna otra época de nuestra historia hemos tenido tantos exiliados (voluntarios o no, pero muchos empujados por la falta de seguridad), como ahora, casi 5 millones han salido de Venezuela.

Somos sin duda un país muy rico en recursos, pero estamos arruinados desde el punto de vista financiero. De nada nos sirve tener tierras fértiles cuando padecemos la escasez de alimentos y la dependencia de otros países para poder comer. El robo, la estafa, la mentira y la corrupción en nuestro país han llegado a niveles sin precedentes. Pero nuestra mayor ruina es la espiritual y moral.

Afortunadamente, no sólo había juicio en la boca de los antiguos profetas bíblicos, había también palabras de esperanza, porque Dios, quién no da por inocente al culpable, es lento para la ira, y rico en misericordias. Dios quien está al tanto de la vida íntima de cada ser humano, y activo en la historia de Israel, así como de todas las naciones, no demanda sacrificios ni ritos religiosos del hombre, el Señor demanda: honestidad, integridad, justicia, amar la misericordia y la compasión, y sobre todo, la obediencia y sumisión a Dios.

Este es nuestro problema de fondo Venezuela, desde una perspectiva más profunda. No son las reformas externas, ni los planes del gobierno o las acciones de la oposición, ni siquiera una centena de leyes que promulgue la Asamblea Nacional lo que resolverá nuestro problema, sino una profunda y honesta metamorfosis del país entero, desde el más alto funcionario hasta el más simple ciudadano. Un voltearse 180° hacia Dios y abrazar sus valores éticos y morales. Mientras no lo entendamos como nación, seguirán pasando cosas, y nos mantendremos en el mismo círculo vicioso, quizás por 70 años más.

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