CUAL
ES NUESTRO PROBLEMA VENEZUELA?
Desde otra perspectiva
Por Nelson Peraza Marín
Cursaba
el año 589 a.C., en el décimo
mes de tevet (diciembre o enero de nuestro calendario), en el décimo día, los
alrededores de la ciudad santa de Jerusalén, fueron oscurecidos por una
multitud de espadas sedientas de sangre. Las poderosas tropas de Nabucodonosor,
rey del Imperio Babilónico, cubrió la faz de la tierra. Los campamentos y
torres de guerra del enemigo rodearon la ciudad, quedando completamente
sitiada, y dejando a sus habitantes con sus corazones desfalleciendo en el
horror de la muerte, y sin posibilidades de aprovisionarse ni de agua ni
alimentos. Treinta meses más tarde, en el noveno día del mes de tamuz
(junio-julio aproximadamente), en las peores condiciones de debilidad causada
por el hambre y la angustia, las tropas del invasor, franquearon las frágiles
murallas de la ciudad, tomándola y destruyendo sus muros, quemando sus
portones, y arrasando con lo que una vez fue, y debió ser lo más preciado del
pueblo judío, el santuario de Dios, el “Templo de Jehová”, sufriendo el pueblo
la desolación de su nación y la deportación de sus habitantes a las lejanas
tierras de Mesopotamia, en donde permanecieron por espacio de setenta años.
Cabe
preguntar, qué fue lo que esta nación hizo para merecer tal castigo? No es
acaso el pueblo de Israel, la nación Judía, el pueblo escogido por Dios? Que
pasó con el pacto de bendición celebrado con los antiguos patriarcas? Qué fue
de aquella buena tierra de donde fluía leche y miel? A qué se debió la manifestación
de la ira del Señor en forma semejante?
Todas
y cada una de estas preguntas tienen respuestas contundentes en los libros de
los profetas bíblicos, Isaías, Jeremías, Oseas, Miqueas, etc, quienes no
solamente anunciaron hechos futuros, sino que denunciaron progresiva e insistentemente
a través de los tiempos previos al castigo, la perversión y la maldad de este
pueblo y su obstinada rebeldía, a quienes Dios había escogido para mostrar a
las demás naciones que sí es posible andar en rectitud, y que también sabe
premiar con una vida de verdadera paz y prosperidad, lo cual tiene su origen en
una estrecha y honesta relación con el Creador del universo. Lamentablemente,
esta nación no comprendió la grandeza de su llamado ni las dimensiones de su
pacto, por tal razón, recibió también el anunciado juicio del cielo.
Venezuela,
tierra de gracia! Qué país como el nuestro, con el mejor de los climas, inigualable
ubicación geográfica, extensas y fértiles llanuras, montañas de hierro, oro y
diamantes, entrañas llenas de petróleo y riquezas, montes y valles repletos de
frutos y agua en abundancia, bellas costas y ríos de excelente pesca! Qué país
como el nuestro, no hay otro igual! Y sin exagerar, es como aquella “Tierra
Santa prometida.”
Entonces,
cuál es nuestro problema Venezuela? Será acaso de orden político?, o económico? o social? Posiblemente mucho de todo eso, pero nos hemos equivocado en el diagnóstico principal, adjudicando el
origen de nuestros actuales problemas al gobernante que salió y al de turno, a
la política, o a los errores en el manejo de las finanzas públicas. No
obstante, aun cuando lo anteriormente señalado es en parte cierto, la verdad es
que le hemos dado las espaldas a Dios y a sus valores éticos y morales, sin los
cuales ninguna nación puede, ni podrá prosperar nunca, y sobrados ejemplos hay
de civilizaciones que desaparecieron, y de poderosos imperios paganos que no pudieron subsistir.
La verdad es que nuestra nación está en una profunda crisis, pero
en el lenguaje de la Biblia es equivalente decir que estamos bajo el juicio de
Dios.
Ahora
bien, de qué estamos hablando. En primer lugar, hemos errado en lo que debería
ser nuestra relación más importante, es decir con Dios mismo, acerca de quién
tenemos una vergonzosa y errada idea intelectual o religiosa, ya que quién dice
conocer a Dios escucha su palabra para obedecerla, y se acerca a Él para
entender su voluntad y responder en consecuencia. Por el contrario, hemos
sustituido al Dios verdadero por ídolos de diversa clase, vale decir: adoración
a ídolos mudos, santería, brujería, satanismo, incluso la elevación del
recientemente líder fallecido a la dimensión de comandante supremo, y pare
usted de contar.
El
otro nivel tiene que ver con nuestro prójimo. Si no existe una buena relación
en lo vertical, difícilmente podrán funcionar bien las relaciones horizontales.
En el ejemplo de Israel, una nación llamada a hacer justicia y a caminar en
rectitud, se había declinado por la estafa, el fraude, la codicia, el robo, la
extorsión, la violencia, la mentira, la falsedad, el soborno y la corrupción de
los gobernantes, de los poderosos y de los líderes religiosos, y la falta de
moral del pueblo en general. En pocas palabras se habían hecho expertos en la
maldad.
Con
esta clase de siembra, esta nación cosechó ruina, destrucción, hambre y escasez,
sin ninguna posibilidad de prosperar a pesar de los esfuerzos humanos,
obteniendo el desprecio y el oprobio de los demás.
Siendo verdaderamente honestos, podemos vernos ante este espejo, saquemos
nuestras propias conclusiones. No digamos, nosotros los
venezolanos, que estamos en una grave crisis, es más preciso decir que estamos
sufriendo el juicio que Dios reserva a las naciones que le dan la espalda,
y que caminan por sendas de impiedad.
Probablemente
no nos invadirá una nación extranjera, ni tendremos guerra, pero la exacerbada inseguridad
que experimentamos todos los días nos agobia y nos quita la paz. Las muertes
violentas de cada semana parecen más bien partes de guerra.
Tampoco
seremos deportados a lejanas tierras, pero la verdad es que en ninguna otra época
de nuestra historia hemos tenido tantos exiliados (voluntarios o no, pero
muchos empujados por la falta de seguridad), como ahora, casi 5 millones han salido de Venezuela.
Somos
sin duda un país muy rico en recursos, pero estamos arruinados desde el punto
de vista financiero. De nada nos sirve tener tierras fértiles cuando padecemos
la escasez de alimentos y la dependencia de otros países para poder comer. El
robo, la estafa, la mentira y la corrupción en nuestro país han llegado a
niveles sin precedentes. Pero nuestra mayor ruina es la espiritual y moral.
Afortunadamente,
no sólo había juicio en la boca de los antiguos profetas bíblicos, había
también palabras de esperanza, porque Dios, quién no da por inocente al
culpable, es lento para la ira, y rico en misericordias. Dios quien está al
tanto de la vida íntima de cada ser humano, y activo en la historia de Israel,
así como de todas las naciones, no demanda sacrificios ni ritos religiosos del
hombre, el Señor demanda: honestidad, integridad, justicia, amar la
misericordia y la compasión, y sobre todo, la obediencia y sumisión a Dios.
Este
es nuestro problema de fondo Venezuela, desde una perspectiva más profunda. No
son las reformas externas, ni los planes del gobierno o las acciones de la
oposición, ni siquiera una centena de leyes que promulgue la Asamblea Nacional lo
que resolverá nuestro problema, sino una profunda y honesta metamorfosis del
país entero, desde el más alto funcionario hasta el más simple ciudadano. Un
voltearse 180° hacia Dios y abrazar sus valores éticos y morales. Mientras no
lo entendamos como nación, seguirán pasando cosas, y nos mantendremos en el
mismo círculo vicioso, quizás por 70 años más.
EXTRAORDINARIO MENSAJE...MUY OPORTUNO Y NECESARIO....
ResponderEliminarGracias mi hermano, saludos...
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